Do re mi
Era otro golpe de rodilla, otro detalle de asfalto lacerando la noche cuando las paredes se cubren de hormigas.
Eres el rastro de tiza enmarcando mi límite,
y el intento de la naftalina pereciendo con las horas.
Pero ya no eres la soledad, ni las horas, ni las semillas,
ni el motor de tres orejas levantando los hombros
como diciendo se me hace tarde, lo sé,
ni la navaja del tiempo atravesando mis hilos de pergamino.
No escribía nada parecido desde que murió mi abuelo,
él se detuvo en una tarde sin control remoto,
como todos al final de la prisa,
arrugando el alma para que entrase al otro abismo
en una sola mitad.
En la mitad de las horas volvió a ser flor,
y ahora estás tú, como él en ninguna parte,
arrancándome esa parte de mí que ya no existe.
Es tan curioso, debería reírme de mi voz almidonada,
de estas palabras que no saben otra cosa que decirse,
no son la piedra donde se rompen los arpegios,
no es el único sitio donde nos han ultimado,
es más fácil soñar con arbustos de primavera
que regresar a tu cuerpo con este mismo rostro,
y decirte, mira olvidé la llave,
o bien, quebré el espejo de nuevo,
lo compré en Rocas Marcianas,
eran dos al precio del primero con tu reflejo en descuento,
pero allí no estabas tú en medio de todas las cosas.
Tengo unos perros más viejos que el llanto de la nodriza,
la pequeña belga murió hace un mes
con su tristeza doblegada por los calendarios,
no estuve ahí para cerrarle los ojos bajo el infinito,
pero corría aniquilando los espacios de la madera,
subía sobre la banca con facilidades de pluma,
y te daba la patita entregando el mundo.
Así eras tú en tus noches de insomnio,
unos pequeños movimientos de infancia arrugada
y la imaginación volcada al inverso de la luz.
La velocidad de la luz es igual en todos los sistemas,
era innecesario sumar los segundos al dolor de las terrazas.
Ahora ella está de gatas en mi dormitorio,
con sus pañales humedecidos y sus guantes de patita,
me arranca la escoba con los dientes y la arrastra hacia el otro sueño,
y yo corro a regresarla a este insomnio de animales.
Veo los gatos, Louis, Hollie, Lulu, son más humanos que el niño
que encontré en la esquina de la madrugada
arrancando alas a una cucaracha.
No nos salvarán los predicadores,
morirán miles de fiebre de canguro,
y ya no me interesará nombrarte sin desprenderme de mi otra mitad.
Últimamente a la otra mitad
la llevo doblegada bajo el dolor de los parques,
se adorna con miel de frutas, y cremas de níspero,
y sólo regresa a estos dominios rodeada de bloqueo ultravioleta.
Amo tus detalles en sombra, y la delatada forma de la tarde
en el espacio de pergaminos donde te recuerdo.
Sobre mi rostro me río, es la ficción de mi boca en un monitor plano,
o sea la belleza digitalizada para hacer sonreír a las damas sin hombre.
Ya no me queda nada,
tú no estás,
ya no canto,
ya no busco esquemas en los delantales,
y para serte sincero
no he emprendido la tarea de odiarte
porque siempre me lleva al inicio de todo.
Ahora me dedico a nombrarte bajo los esquemas de la luna
y a contar llamas en lugar de ovejas cuando quiero dormir.
Mario Santiago Carvajal
Tomado de El Funeral de los Piratas
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