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por Mario Santiago Carvajal Miér Ago 26, 2009 12:04 amEl circo
Confutatis maledictis,
flammis acribus addictis,
voca me cum benedictus.
Requiem de Mozart
Busco la realidad de las pupilas en tu rostro sin hierba,
en este segundo la soledad
pareciera azotarme con todos sus látigos
frente a tu mirada de arena,
cuando se demoran mis ferrocarriles de lágrima
si el viento desabrocha los cinturones de la madera
para jugar con el ombligo de los ladridos.
El amor que todo lo comprende cierra sus ventanas
para que los niños alumbren la sombra de la muerte,
mientras las campanas se dibujan en un hijo de sangre.
Busco la verdad de los destinos en tus agujas,
hay un corazón exprimido en los lavatorios,
y el espacio se compromete con el círculo de las navajas
para condimentar ochenta lechones degollados en la frontera.
Existen los sueños de comedor donde se celebran los finales
de la misma manera con la cuál se consumen los pueblos,
y en el cadalso de los atardeceres
nuestro anciano es una colección de avispas en el calendario
de la fantasía.
Hay poetas pretendiendo embellecer la temperatura
con sus envejecidas mariposas
ahogándose en los estanques de la métrica,
son los titiriteros, los músicos de posgrado,
el demonio disfrazado de paradigma,
la filosofía maderera donde se devoran los peces,
el símil de los artistas jugando a las muñecas
frente al implacable espectáculo de los leones.
Busco la realidad de tu memoria en los espejos,
cuando la nieve encuentra sus embriones
el mundo se desdobla en su cianuro de libélulas,
y el hambre se descuelga por los segundos
para escapar de las portadas.
Triste ficción de los paisajes
y sus diminutos colocados en el altar de las apariencias,
cuando encuentre la realidad de tu cuerpo
esta civilización no será soportada por sus herrumbres.
Mario Santiago Carvajal
Tomado de El evangelio de la discoteca
Confutatis maledictis,
flammis acribus addictis,
voca me cum benedictus.
Requiem de Mozart
Busco la realidad de las pupilas en tu rostro sin hierba,
en este segundo la soledad
pareciera azotarme con todos sus látigos
frente a tu mirada de arena,
cuando se demoran mis ferrocarriles de lágrima
si el viento desabrocha los cinturones de la madera
para jugar con el ombligo de los ladridos.
El amor que todo lo comprende cierra sus ventanas
para que los niños alumbren la sombra de la muerte,
mientras las campanas se dibujan en un hijo de sangre.
Busco la verdad de los destinos en tus agujas,
hay un corazón exprimido en los lavatorios,
y el espacio se compromete con el círculo de las navajas
para condimentar ochenta lechones degollados en la frontera.
Existen los sueños de comedor donde se celebran los finales
de la misma manera con la cuál se consumen los pueblos,
y en el cadalso de los atardeceres
nuestro anciano es una colección de avispas en el calendario
de la fantasía.
Hay poetas pretendiendo embellecer la temperatura
con sus envejecidas mariposas
ahogándose en los estanques de la métrica,
son los titiriteros, los músicos de posgrado,
el demonio disfrazado de paradigma,
la filosofía maderera donde se devoran los peces,
el símil de los artistas jugando a las muñecas
frente al implacable espectáculo de los leones.
Busco la realidad de tu memoria en los espejos,
cuando la nieve encuentra sus embriones
el mundo se desdobla en su cianuro de libélulas,
y el hambre se descuelga por los segundos
para escapar de las portadas.
Triste ficción de los paisajes
y sus diminutos colocados en el altar de las apariencias,
cuando encuentre la realidad de tu cuerpo
esta civilización no será soportada por sus herrumbres.
Mario Santiago Carvajal
Tomado de El evangelio de la discoteca
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